Cuando Gran Bretaña entró en la 1ª Guerra Mundial en 1914, miles de mujeres se unieron a la fuerza de trabajo en los empleos dejados por los hombres, que eran enviados a combatir. Las mujeres llenaban las fábricas donde se producían proyectiles de artillería, máscaras de gas, tanques, barcos, aviones, minas y municiones de todo tipo.
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