La Tierra Santa hierve. Hierve de sangre, indignación, injusticia y festejo también. De un lado, miles de palestinos levantan la voz, del otro lado, más bien desde el otro lado, les disparan y los matan.
El contraste del paisaje es dantesco, porque mientras muchos palestinos conviven con la muerte. La pobreza y la injusticia que les ocasiona la política y decisión de los israelíes, del otro lado, con lujosos coches, alta seguridad, vestidos de Armani o Versace celebran la propia desgracia de ellos, los palestinos, que hace 70 años, los sionistas israelíes les despojaron de sus tierras, para instalarse en territorios ocupados y para llamarse a sí mismos, los sionistas, el país de la tierra prometida.
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