Los demonios son invocados por los satanistas en espacios bien escogidos. La sangre es vertida en el suelo bajo determinadas condiciones, contando con una simbología para encauzar ese poder infernal. Algunos vórtices repartidos por la geografía vibran de forma específica, atrayendo a esas entidades, al menos durante un tiempo determinado. La adrenalina contenida en el torrente sanguíneo estimula el caos al igual que el miedo. Así es más fácil perpetuar la atmósfera malsana.
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